La Papisa Juana

Tarot y práctica chamánica Queer: empoderamiento, respuestas y sanación.

El amor es presencia, empatía y compasión.

Compasion en guerra Corea

«Mira con los ojos de otro, escucha con los ojos de otro y siente con el corazón de otro.» (Alfred Adler)


Son las 21h. y vuelvo del trabajo. En el andén del metro un hombre de mediana edad vocifera violentamente. Grita e insulta desesperado al aire, gesticula sin control con la mirada perdida y unos hilos de baba que le resbalan de los labios. En otra ocasión quizá me hubiera asustado o me hubiera apartado de su camino («sólo me falta este loco»), pero hoy algo hace que me duela ese hombre. Me paro a escuchar, y por fin entiendo algo entre su discurso acelerado y agrio: «¡No sabéis lo que no es tener nada!». Por eso dolía. Como yo, es una persona que necesita ser escuchada. Mis recursos, mi ignorancia y mi tiempo son limitados, pero intento transmitirle toda la ternura que puedo con la mirada, mientras pienso, de corazón, cuánto debe estar sufriendo para expresarlo así, sn pudor. Mis ojos descansan tranquilos sobre los suyos. No hay juicio ni sanción, no hay curiosidad morbosa ni miedo. Y él responde; se afloja, se aquieta y, finalmente, se va sonriendo.

No, no soy una iluminada ni tengo poderes para calmar a los desaforados. Sólo soy un ser humano más, con todas las maravillosas cualidades que compartimos como especie. Al nacer se nos entrega una pequeña caja de herramientas, producto de la inteligencia y del espíritu, para poder sobrevivir felices en este mundo y ayudar a los que han olvidado cómo hacerlo. Unpackaging de una parte del contenido de la caja:

Empatía: capacidad de conectar directamente con los sentimientos, necesidades y emociones de otros seres vivientes en cualquier situación. Sólo hay que atender y fé-en-la-humanidad-61relacionar los signos que muestra el otro ser vivo (lenguaje no verbal, demandas no expresadas o pedidos directos), con aquello que hayamos podido experimentar nosotros en alguna ocasión. Es muy fácil sentir empatía  (exceptuando transtornos y enfermedades que la anulan), porque estamos hechos de la misma pasta; todos los seres vivos buscamos la felicidad y evitamos el sufrimiento. Todo aquello que nos desestabiliza y nos provoca emociones negativas como el dolor, la agresividad, la tristeza, la confusión, el pánico, el descontrol, la ira o la desesperación, no es más que una reacción de miedo hacia el sufrimiento, sea del tipo que sea. La empatía también es aquello que nos conecta con la tribu, con el sentimiento primario de pertenecer a un clan o a una sociedad concreta y que nos hace más fuertes y más completos porque nos permite inventar, evolucionar, trabajar unidos por un mismo fin.

Y ahora, viene lo mejor, porque tras sentir «dentro» hay que actuar, o como escribía Bert Hellinger: «Este con-padecer se muestra en que nos quedamos con el otro, acaso sólo callados a su lado. Estamos con él y para él. Toma­mos en serio su sufrimiento.» Ahí va pues otro concepto:

Compasión: literalmente significa «sufrir con», o «tratar con sentimientos». Es el segundo paso tras la empatía, hacer tuyo el sufrimiento y tratar de aliviarlo o remediarlo en lo posible. Y no, no es necesario que vendas tus propiedades y las repartas, ni que abandones a tu familia para irte a una leprosería; yo apuesto por los pequeños gestos de amor: provocar la risa, abrazar cuando sea preciso, comprender «desde dentro». No temer y apartarnos de la diferencia, de la enfermedad, de la pobreza. Tender una mano o regalar una mirada de cariño a quién la necesite. Olvidemos el término compasión como lo han entendido las 6-compasionreligiones clasistas: no hay que dar unos euros sobrantes a los «negritos pobres», se trata de acoger al refugiado, atender al animal herido o alentar cariñosamente a un amigo que pasa una mala racha. La solidaridad, si no es activa y moviliza a personas y sociedades, es inútil. La compasión sin acción es paternalismo y cumplimiento (cumplo + miento). Compadecer es compartir: cuando regalamos parte de aquello que no nos sobra (tiempo, materiales, dinero), estamos empezando desarrollar el altruismo. Si donamos migajas, restos, rotos y excedentes a las personas que sufren, no estamos más que aliviando nuestra conciencia, reafirmando nuestro poder, avivando las diferencias y mirando con piadosos ojos de becerro hacia un dios que no es más que un espejo de nuestro ombligo.

Es por todo esto que, a pesar de mi propio egoísmo, dispersión y flojera espiritual, pretendo propagar metta a mi alrededor, que es un precioso concepto budista. En sánscrito, metta significa «deseo por el bienestar de los otros», amor en acción. Cultivar la serenidad personal y mirar a los ojos amorosamente a los otros seres sin enjuiciarles, consigue que nuestro corazón se dulcifique y aleje la ira y, a su vez, nos acerque a los demás para tender puentes. Recordad, cuantos más puentes construyamos, más posibilidades habrá de esquivar la soledad y más bienes podremos compartir. O como escribía el teólogo y poeta americano Thomas Merton en su libro “Los hombres no son islas”:

«Es, pues, de importancia suprema que consintamos en vivir para otros y no para nosotros mismos. Cuando hagamos esto, podremos enfrentarnos a nuestras limitaciones y aceptarlas. Mientras nos adoremos en secreto, nuestras deficiencias seguhands-compassion-2irán torturándonos con una profanación ostensible. Pero si vivimos para otros, poco a poco descubriremos que nadie cree que somos «dioses». Comprenderemos que somos humanos, iguales a cualquiera, que tenemos las mismas debilidades y deficiencias, y que estas limitaciones nuestras desempeñan el papel más importante en nuestras vidas, pues por ellas tenemos necesidad de otros y los otros nos necesitan. No todos somos débiles en los mismos puntos; y por eso nos complementamos y nos suplementamos mutuamente, cada uno rellenando el vacío del otro.»

Siempre he abogado por la ternura, el sentido del humor y la escucha como claves para transitar por la vida sin excesivas amarguras y con un sentido claro. Ahora añado un último término clave: acción. Debemos movernos cada día hacia aquellos que sufren, buscar su protección y sanación en la medida que nos corresponda. No olvidemos que cada uno es responsable de sí mismo y que debe haber voluntad de cambio para que el milagro de la solidaridad y la compasión se realice de manera sana. Si amamos de este modo, si nos dejamos empapar de empatía, compasión y metta, nos alejaremos automáticamente de la rutina, de la ira, del egoísmo y de la estulticia que nos convierten en islas desiertas. Practiquemos, pues, la escucha activa, la solidaridad en acción y la mirada amorosa. Si lo necesitas de verdad, prometo que estaré en presencia completa, aquí y ahora para tí. Luego te tocará a ti caminar y compartir ternura, ¿empezamos?

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